martes, 17 de noviembre de 2009

Ejercicio de dodecasílabos encadenados

La Cama

La mayor parte del tiempo que he vivido,
la he pasado recostado en una cama.
Y reconozco no siempre haber dormido,
pero por esto no habrá que hacer un drama.

Miro hacia el techo si estoy muy aburrido,
o me pongo a rellenar un crucigrama.
Pero otras veces, después de haber bebido,
todo mi cuerpo la busca y se derrama.

Si algún muelle del somier lanza un chirrido,
pienso entre sueños que es alguien que me llama,
pues no quiero nunca, cuando estoy cocido,
que una tontuna perturbe mi programa.

Me propongo no emitir ningún ronquido,
ya que el macho cuando duerme nunca brama,
mas siempre acostumbro a hacerlo desvestido
por si surge la visita de mi dama.

Si algo no soy es un hombre reprimido,
tampoco protesto en contra del pijama,
pero si el sexo me tiene enfebrecido,
¿por qué no actuar como me viene en gana?

Incluso cuando me encuentre consumido
y la muerte me remita un telegrama,
no dejaré que me pille deprimido,
la esperaré sereno, sobre la cama.

jueves, 12 de noviembre de 2009

¡Facultad de Educación, YA!


Andan revueltas las aguas en la Universidad de Castilla-La Mancha.
Siempre he tenido a esta institución universitaria como un ejemplo ejemplar de la homogeneidad ideológica propia de lo que se denominó pensamiento único. Montada desde arriba (hubo primero un Rector antes de que la Universidad comenzase a funcionar), se fue nutriendo de personal bajo el estricto dictado de la jerarquía: los de arriba reclutaban entre sus adeptos a quienes ocuparían el escalón inferior, y así sucesivamente hasta completar una corte de acólitos impolutos que permitieran un gobierno estable y eterno, mucho más dilatado en el tiempo del que dictadorzuelos famosos han conseguido en nuestro pasado más reciente. No en vano la universidad es una de las instituciones medievales que aún pervive en nuestros días (que en eso es igual que la monarquía) y que, desde su origen, se gobierna por el sistema del linaje y se organiza por las estrictas normas del vasallaje.
Pero el actual Rector, a quien bien se podría denominar como Martínez Ataz el iluminado, ha conseguido que cuatro centros diferentes, radicados cada uno de ellos en una provincia distinta, unan sus fuerzas arropados por otros sectores sociales, contra el empecinamiento y el despropósito de denominar a las antiguas escuelas de magisterio como "Facultades de Educación Infantil y Primaria". No es casualidad que esto se produzca en los cuatro centros históricos, los que ya arrastraban una dilatada historia antes de que la Universidad de Castilla-LaMancha se gestase, pues son los únicos que no se han completado desde estos principios de pleitesía.
Sospecho que este disparate ha debido ser fruto de alguna velada en la que no debió de producirse la conveniente mesura en la degustación de los exquisitos caldos de nuestra tierra. Sea como fuere, el iluminado ha conseguido que buena parte de la comunidad universitaria (no hay que olvidar que estos centros son los más importantes -al menos en términos cuantitativos- de esta Universidad) alce su voz contra su amo y rememoren, paseando por el campus entre pancartas y pasquines, los tiempos gloriosos de las vanguardias del proletariado.
Uno, que ya peina canas, sólo ha echado de menos que unos cuantos grises (o maderos) corrieran tras la turba universitaria.
En fin, seguro que es mucho pedir pero, parafraseando a Bob Dylan, sería bonito pensar que los tiempos están cambiando.

Por cierto, hoy ha publicado el diario La Tribuna de Albacete (desde aquí les doy las gracias) una breve perorata que escribí sobre este asunto. Aquí tenéis el oportuno enlace.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Natalia Rodríguez y Nadia. Dos campeonas



Estuve en la pasada IV Milla Urbana de Elche, el 24 de octubre, en donde reaparecía la campeona del mundo Natalia Rodríguez, en categoría élite femenina. Tenía ganas de verla correr en directo, es una maravilla, y de decirle que es la mejor del mundo.
También corría Nadia en la categoría infantil femenino. La carrera era algo corta para ella (830 m.) pero una buena ocasión para correr junto a algunas de las mejores corredoras de Alicante.
Finalmente fue segunda tras Patricia Jiménez (campeona de Alicante de 500 m.l.), del Club de atletismo de Petrer. Al no conocer a ninguna rival no tenía claro a quién marcar y cuando Patricia atacó desde atrás, en la última recta, sólo pudo seguirla sin recortarle los 2 metros que le sacó en la arrancada. Aún así, Nadia posó con su trofeo junto a Natalia (una mujer muy simpática y amable), para inmortalizar a dos generaciones de campeonas de atletismo.


jueves, 8 de octubre de 2009

Es muy fácil

Es muy difícil contar las estrellas que hay en el cielo,

y saber lo lejos que están,

y si alguien, desde alguna de ellas, nos está mirando.


Pero es muy fácil, en las noches de verano,

tumbarse sobre la hierba fresca

y contemplarlas mientras corren y se apagan,

y dejar que nuestros sueños vuelen hasta ellas.



Es muy difícil saber cuánta agua hay en el mar,

y los animales y plantas que habitan en sus fondos,

y dónde estarán mañana las gotas que me bañan hoy.


Pero es muy fácil, en los días de verano,

zambullirse en sus aguas saladas que enrojecen los ojos,

y buscar tesoros escondidos por piratas barbudos,

y sirenas que cantan con sus ojos tristes.



Es muy difícil hacer acrobacias con una cometa,

que suba y que baje y que de vueltas sin parar,

y que no caiga al suelo con sus hilos enredados.


Pero es muy fácil, con la ayuda del viento,

dejar que nuestros sueños suban por sus hilos hasta el final,

y soltarlos entonces para que vuelen como palomas,

y que se enreden con los sueños de los otros.



Es muy difícil subir a un árbol grande sin caerse,

sin estropear sus ramas y sus hojas,

y sin que los pájaros se asusten y se vayan de sus nidos.


Pero es muy fácil, cuando el sol calienta,

tumbarse bajo su sombra oscura y cerrar los ojos,

oír el sonido de sus hojas mecidas por la brisa,

y dejar que el canto de los pájaros acompañe los sueños.



Es muy difícil saber cuánto dolor causa una ofensa,

y si algún día se podrá olvidar,

y volver atrás el tiempo para que no hubiera pasado.


Pero es muy fácil, con los brazos abiertos,

mirar a los ojos y pedir perdón,

y dejar que las lágrimas limpien el corazón roto,

y soñar que nos damos la mano para seguir caminando.

lunes, 24 de agosto de 2009

Natalia es campeona del mundo



Impresionante demostración de fuerza la de Natalia Rodríguez en los 1500 del campeonato del mundo. La decisión de los jueces le ha arrebatado la medalla de oro, pero Natalia ha demostrado que es la mejor, sacando a todas las favoritas varios metros de ventaja después del frenazo que supuso el incidente con Burka.
Burka sabía que Jamal le atacaría en la última curva e intentó evitarlo desplazándose en la calle 1 y dejando un hueco en la cuerda del estadio. No sospechaba que Natalia la pasaría con mucha más facilidad que la bahrainí, y cuando vió que la catalana se colaba por dentro abrió el brazo izquierdo para estorbale. En ese roce pudo pasar cualquier cosa (incluso que Natalia cayera contra la cámara que había en el césped), pero lo normal es que caiga quien va más justo de fuerzas y el más fuerte pueda aguantar el tipo. Natalia aguantó, recuperó el terreno perdido con Jamal y atacó en la recta de manera incontestable. Y todas sus rivales tuvieron que conformarse con verle la espalda.
Después los jueces dictaron una sentencia injusta. Ningún equipo rival presentó una reclamación al respecto y dejaron a la campeona sin medalla. Hubiera sido bonito que sus rivales, pese a la decisión final, reconocieran su aplastante superioridad, pero no todos los que compiten son auténticos deportistas.
¡Enhorabuena Natalia!




viernes, 19 de junio de 2009

El Johnny no se cierra




Enfrentarse a la noticia del cierre del Johnny es muy duro.
Estuve como colegial entre 1980 y 1985. Disfrutando con los amigos, aprendiendo a afrontar la vida y, por supuesto, escuchando la mejor música que existe.
Fueron muchas las alegrías: el ciclo de cine francés que proyectaba en 16 mm., los campeonatos de futbito, el equipo de ajedrez y el aprendizaje del jazz de la mano de Alejandro Reyes (aquí no se pueden poner todos los nombres, sería demasiado extenso, pero van desde Art Blakey -que entonces yo no sabía quién era- hasta Tete Montoliú, pasando por Dexter Gordon, G. Adams, D. Pullen, D. Richmond y tantos y tantos otros).
Pero lo más importante era que todo eso lo hacíamos posible nosotros, los colegiales, en un ambiente de libertad que no he vuelto a conocer desde que terminé de estudiar en la Complutense. Y por eso no me extraña que colegiales de todas las épocas se junten para gritar que ¡el Johnny no se cierra! Lo contrario sería un serio atentado cultural.
Circula un manifiesto que merece ser firmado (http://www.excolegialescmusanjuan.com/) y espero que, aunque sólo sea por una vez en la vida, la cordura triunfe sobre la sinrazón y la barbarie.

domingo, 14 de junio de 2009

Relato publicado en "La Voz" (junio 2009)




LOS OTROS

Antes soñaba con ellos. Conseguí perderlos de vista pero visitaban mis sueños cada noche, una tras otra, sin descanso. A veces dormía profundamente y por la mañana, al despertar, no notaba que habían estado conmigo, pero sabía que no era cierto. Otras, cuando alguna preocupación quedaba en mi cabeza en el momento de cerrar los ojos, me despertaban con desasosiego y sabía con certeza que ya no podría volver a dormir esa noche. Permanecían allí, tan nítidos, que algunas veces pensé que estaban al alcance de mis manos, y que con sólo extender mis brazos podría agarrar el cuello de alguno, apretar con fuerza, presionar con mis pulgares sobre su tráquea y notar cómo sus venas se hinchaban por la sangre retenida.
Hacía tiempo que comenzaron a hacerme la vida imposible en el trabajo. No de una manera manifiesta que pudiera advertir sin disimulo, sino con una estrategia calculada en la que aparentaban ser mis más cómplices compañeros, mientras que urdían a mis espaldas una compleja trama de rencores, de envidias ciegas que, en el momento exacto, terminaron por derribarme sin el más mínimo escombro. El terreno quedó limpio, espacio diáfano para sus ineptitudes, y yo desaparecí como desaparece un soplo, sin memoria y sin olvido.
Tuvieron que pasar años de tristeza, de un rencor inerme que me marcaba el rostro, hasta encontrar una suerte de paz externa que me ayudara a pasar los días, perdidas ya las noches por obra de los sueños. No voy a entrar en detalles ni pormenores de aquello que pretendo en el olvido, pero sí puedo asegurarles que la tristeza, tornada en amargura, colmó los años de puro sufrimiento. Y cuando pensé, a modo de consuelo, que al menos los perdía para siempre, entraron en mis sueños y allí quedaron instalados como inquisidores eternos, como esos depredadores de segunda fila que aguardan el momento para rematar la faena, dictándome con sorna mil bajezas y murmurándome al oído insultos y amenazas.
Entonces sucedió algo imposible. Un día (aunque más exacto sería referirme a la noche) dormí tranquilo, plácido, sin más perturbación que mis propios ronquidos y el calor de la piel que me acompaña. Y al levantarme supe, de inmediato, que aquello no era bueno, que quebrar esa rutina me obligaba a enfrentarme a nuevos desajustes. Porque no se habían ido, simplemente habían vuelto.
Comencé a encontrarlos por las calles, como esas casualidades urbanas en las que nunca reparamos. Volvía una esquina y allí había uno, como mirando cualquier escaparate y sin prestarme la más mínima atención, y yo cambiaba rápido de acera y apresuraba el paso para no ser visto, pero con la certeza de sentirme vigilado, espiado nuevamente para poder dar cuenta de una nueva fase en ese proceso lento, inexorable, que había de encaminar mis pasos a la tumba.
Cambié mis hábitos, tracé nuevas rutas explorando calles que hasta entonces desconocía, pretendiendo esquivar lo inevitable. Y cuando alguna tarde, pensando ingenuamente que ese día sería distinto al resto, me escondía en una oscura sala de cine y percibía, dos filas más atrás y hacia mi izquierda, que unos ojos me miraban con paciencia mientras sus bocas dibujaban guiños burlones, sardónicas sonrisas, notaba una sacudida helada, como una breve descarga eléctrica, el pulso se apremiaba y mis pies corrían a encerrarme dentro de mi casa.
Tardé en armarme de valor, o de inconsciencia. Adiviné, más por eliminación que por sabiduría, que había de enfrentarme a ellos cara a cara, y antes de que afrontaran nuevos actos que acabaran con lo poco que de mí quedaba.
Fue una tarde radiante, de cielo despejado, cuando uno de ellos se interpuso en mi camino. Ya desde lejos buscaba mi mirada y lo esperé tranquilo, con respiraciones profundas y alargadas, de esas que dicen que relajan aunque realmente no sirven para nada. Y a un metro de mí adelanté mi mano, como un saludo cortés y cotidiano. La suya estaba fría, creo que sudaba, y con mi mano libre le enterré en el vientre mi navaja.
Abrió la boca pero quedó mudo, mientras yo apretaba las cachas blancas, transparentes, de asta de toro que, a esas alturas, se manchaban con su sangre oscura, blanda, sucia y pegajosa.
Desde entonces ya no he vuelto a ver ninguno. Duermo tranquilo y vuelvo a soñar, como en la infancia, que surco el aire volando con mis alas.

viernes, 24 de abril de 2009

Cuatro historias


Esta podría ser la historia de Sandra, una niña menuda y vivaracha, de pelo negro y sonrisa permanente, que casi todos los días salía a la plaza a jugar, a corretear y a dar vueltas con su bicicleta. Y el aire, que jugaba entre su pelo mientras ella daba patadas al balón, o sorteaba árboles en una carrera mil veces repetida sobre sus patines rojos, los que le regaló su madre cuando creció y sus pies ya no cabían en los anteriores.

También podría ser la historia de su bicicleta nueva, la que dejó su hermano cuando se hizo grande y ahora le servía a ella para poder ir más rápido que con la suya, tan pequeña ya, que sus piernas giraban a más velocidad de la que los pedales podían soportar. Porque para ella era nueva, su padre le había cambiado el sillín y tenía un timbre recién comprado. Y acompañaba a su madre cuando iba al mercado, a la panadería o a la droguería de la esquina, cuando necesitaba pinzas o una redecilla para el moño, porque la que tenía se le había roto.

Pero un día que, como siempre, entró en la tienda con su madre y dejó la bicicleta en la puerta, apoyada junto al árbol que daba sombra en verano, vio a través del escaparate cómo un niño la miraba, la cogía, se montaba en su sillín nuevo y comenzaba a pedalear calle arriba. La cara de Sandra cambió en ese preciso instante, sus ojos se volvieron tristes y su sonrisa se perdió en el fondo de su alma. Corrió hacia la calle tirando de su madre, gritando solamente ¡mi bicicleta, mi bicicleta!, y sus piernas menudas, pero veloces como el viento, intentando alcanzar al niño que le había quitado su mejor juguete. Sólo llegó a verlo cómo doblaba la esquina y se perdía en un barrio para ella desconocido, y se quedó quieta, llorando, mientras su madre intentaba calmarla acariciándole con las manos su pelo suelto, apretándola entre sus brazos y dejando que sus lágrimas se ahogaran en su vestido.

Pero podría ser la historia de Paco, al que todos conocían como Currito, porque en su familia a todos los pacos se les llamaba Curro, pero él era más pequeño de lo habitual y su madre siempre le decía que si es que no pensaba crecer nunca. Que se pasaba las horas de las tardes vagando sin rumbo por las calles, siempre a la espera de encontrarse algo que le cambiase su rutina, o aprovechando las terrazas de los bares en los días menos fríos para cantar alguna cancioncilla y sacarse algo de dinero. Y que cuando vio la bicicleta azul y blanca, con las ruedas adornadas con pequeñas cuentas de colores, se imaginó dando vueltas en la plaza de su barrio, ante las incrédulas miradas de sus amigos, y convertido en una especie de príncipe. También pensó que podría dejársela a Carmencita, su compañera de clase que vivía dos casas más arriba de la suya, y que se casaría con ella cuando fueran grandes.

Y también es la historia del padre de Sandra, que estaba en casa, entretenido intentando arreglar un viejo trasto, cuando vio llegar a su hija con los ojos rojos e incapaz de pronunciar más de dos palabras seguidas. Que corrió hasta la plaza del barrio de Currito para encontrar la bicicleta de su hija, porque él sí sabía cómo funcionan esas cosas. Entonces vio a otra niña montada en ella, Carmencita con los mismos ojos grandes y la sonrisa de Sandra, la miró pero no pudo recriminarle nada. Sólo la bajó con rabia y se llevó la bicicleta a casa, sabiendo que su hija recuperaría la alegría y que esa noche, seguramente, Sandra soñaría con él.

Se alejaba ensimismado y volvió su mirada por última vez. Entonces pudo ver, entre un corro de niños morenos, como Carmencita abrazaba a Currito mientras le besaba en la cara. Durante un instante recordó cuando él también era un niño y, apretando con fuerza el manillar, comenzó a sonreír cada vez con más ganas.

martes, 31 de marzo de 2009

El río

(Este texto es un simple ejercicio de escritura que consistía en reescribir el cuento del mismo título que Julio Cortázar incluyó en su obra Final del juego. Si se comparan los dos textos se puede comprobar fácilmente la diferencia entre escribir y hacer literatura)


Al notar el hueco frío que tu cuerpo ha dejado junto a mí en la cama, siento que te has ido, que te has marchado a cumplir tu promesa de arrojarte al Sena. Y recuerdo en mi sueño tus quejas de siempre, deslizándose entre las arrugas de las sábanas igual que tu mano rozando mi piel, mientras duermo parar no oírte decir esas cosas. Porque ya no me importa si te has ido, si te has tirado al agua para ahogarte y flotas ya entre las barcazas del Sena, o has vuelto a tener miedo al mirar el fondo oscuro del río y has regresado aquí, a tocarme de nuevo para que note tu respiración agitada. O simplemente me has mentido, porque no te fuiste y sólo sueñas que te ahogas mientras agitas tus brazos, con la única humedad de tus lágrimas saladas que se ahogan entre sollozos y suspiros, hasta que el sol atraviese la ventana y caliente tu cuerpo frío.

Pero todo esto no me afecta, ya ni siquiera me das pena. Tu papel de mujer atormentada, tantas veces tan bien representado con tus llantos, tus miradas de odio y tus desmayos, ha pasado a ser un pequeño sainete, como un vodevil barato de provincias. Y yo ya no entro en ese juego teatral porque no quiero, porque no me gusta interpretar a la pareja perfecta, la que compagina con la misma rutina comidas y peleas y se destruye lentamente entre caricias ciegas. Prefiero no oírte mientras hablas, fumando un cigarro en mis silencios para que tú te quejes, no hay más remedio, y entorno mis ojos hasta dormirme con el susurro de tus juramentos, perdiendo la mirada entre tus gestos melindrosos y tus pechos.

Por eso me sorprende que sigas aquí, durmiendo en esta cama que detestas y te acerques a mí, moviendo tus piernas enredadas en tu extraño camisón de puntillas blancas, como si en tus sueños jugaras con el agua. Y tu respiración entrecortada abre un pequeño hueco entre tus labios, un mínimo canal oscuro en donde tantas veces me he perdido, y te vuelvo a ver hermosa olvidando tus reproches y manías. Tal vez nunca te fuiste y lo que yo creí un portazo no fue sino un golpe de viento, un sonido seco al otro lado de la calle mientras yo soñaba que te ibas a cumplir tus promesas para ahogarte. Alargo mi mano hasta tus hombros suaves y te toco para cerciorarme, para saberte a mi lado. Y ya no es por eso que te toco, ahora mis dedos recorren tu garganta, se pierden en los pliegues de tu ropa, buscan a tientas, noto como te giras y tus manos me rechazan. Pero hemos jugado tantas veces este juego que continúo buscando tu cintura, acariciando tu espalda, sabiendo que no quieres que siga pero dejándome hacer, consciente de que no harás nada. Me pones trabas tontas, te encoges en tu vientre, sueltas tus brazos sobre mi cara y yo nos veo desnudos, enredados como el ovillo de lana con el que juega nuestra gata. Recorro tus piernas, te voy venciendo lentamente, doblándote con suavidad, acoplando tus curvas a mis pliegues. Me escurro entre tus muslos y allí encuentro tu calor perdido, y hoy ya no, ya no rechazas mis juegos torpes, mis dedos presurosos, antes ligeros y que ahora crueles se aferran a tus nalgas, uniéndote a mi ritmo, recogiendo con mi lengua áspera la humedad de tus ojos, de tu cara, el agua sucia del Sena, de donde te han sacado tras ahogarte.

Tumbados sobre el muelle, rodeados de voces lejanas, abrazo tu cuerpo y tu camisón blanco, con puntillas mojadas, tan extraño.


viernes, 6 de marzo de 2009

Libro "12 Miradas"


El pasado día 20 de febrero, el Club de Escritura La Biblioteca (del que formo parte) presentó el libro 12 Miradas.
El acto tuvo lugar en la Biblioteca Pública de Albacete y contó con la presencia de la escritora albaceteña Rosa Villada (que unió a su amabilidad el buen hacer, con la lectura de un texto sorprendente).
Se trata de una edición no venal, pero se repartirá a todas las bibliotecas de la provincia de Albacete.
También está disponible en la página web de la Biblioteca Pública del Estado (pincha aquí) que, dicho sea de paso, cuenta con un grupo de personas que, haciendo su trabajo de manera ejemplar, hacen posible iniciativas como estas.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Instrucciones para un autorretrato




El autorretrato es un motivo habitual entre pintores, no es de extrañar habida cuenta del egocentrismo onanista que practican, mientras que entre los fotógrafos es un recurso escasamente utilizado, sin duda porque esta técnica dificulta más el omitir o disimular aquellos elementos menos estéticos del rostro, de modo que el artista, al congelarse en el tiempo, eterniza en el negativo la fatalidad con la que la naturaleza perfiló su estampa.

Pero si a pesar de estos inconvenientes, y como forma de garantizarse un hueco, sin duda nimio, en la magna historia de la cultura, el artista siente la tentación de empuñar su cámara para inmortalizar su rostro, conviene siempre no omitir determinadas prescripciones.

Rodearse de seres inocentes, niños y niñas que abran ojos como platos para perturbar el semblante del espectador más atrevido, a ser posible bien vestidos y peinados, de modo que su inocencia se transmute en la humana estupidez más aguerrida. También una mujer es un acierto, pues concentra las miradas masculinas, y aún mejor si entre sus brazos se adorna con un tierno infante, pulcro, rosado, esférico en su estricta anatomía, haciendo que miradas femeninas se pierdan recordando maternidades antiguas, pues son estas señoras asiduas de peluquería las que más reparos ponen al rostro varonil del que fotografía.

Y si esto no es bastante para que la cara del artista no provoque guiños tiernos, sonoras carcajadas, risas sin fin con espasmos musculares (que a buen seguro deslucen salas de exposiciones, concursos, juegos florales y demás espacios propios de genios, de creadores ingentes de cultura), procúrese un aparato antiguo, de esos en que la imagen se avista por arriba, y así enterrar nuestra mirada aun a riesgo de mostrar la parte más innoble de la regia calavera, aquella en la que el tiempo, en forma de alopecia, se muestra sin ambages, sin sutilezas ni equívocos que engañen.

Acuérdese de contener la respiración mientras dispara y no se olvide salir del negativo, no vaya a ser que en la jugada le atrape el tiempo. Y el destino, la historia o lo que sea continúe su curso con su ausencia, y el arte y la cultura pierdan para siempre un artista de su talla.

jueves, 5 de febrero de 2009

Accidente doméstico

Civril adoptó una sonrisa terrible, cruel. Llevaba tanto tiempo esperando ese momento que no pudo dejar de disfrutarlo antes de hacerlo.
Avanzó hacia su mujer, petrificada, blandiendo el cuchillo entre sus manos. Entonces tropezó y cayó al suelo, y la hoja en la garganta asomó por el otro lado de su cuello.
Se hizo el silencio.


(Esto es, simplemente, un pequeño ejercicio literario que hice en el club de escritura. Creo que me quedó bastante plástico)